Estudio Nuboso
El Suelo como espacio de (re)encuentro

El Suelo como espacio de (re)encuentro

Una visión de la Metodología Suelo (agosto 2021)

Antes de que leas este texto, te invito a que pongas tus pies descalzos en el suelo -si no puedes salir al exterior, imagina la conexión del piso con la tierra que hay debajo. Tómate un momento para darte cuenta de que estás pisando la piel del planeta; el medio que conecta los organismos y el aire de arriba con los organismos, las rocas y el agua de abajo. Este suelo no sólo sostiene y aguanta nuestro peso, sino que es el hogar y el soporte de miles de millones de seres y sistemas que permiten el crecimiento de árboles y plantas. Es la base y a veces el material de los edificios en los que vivimos. Guarda la historia de nuestros antepasados: humanos, animales, plantas, hongos y bacterias. En sus profundidades y en sus rocas hay historias de hace millones de años, de cómo y dónde se formó la tierra para convertirse en el paisaje que vemos hoy. Puede afectar a la calidad del aire y a la cantidad de CO2 en la atmósfera, y su salud influye en la de los alimentos que cultivamos y comemos, y por tanto en la nuestra. Así que esta piel – el suelo, la tierra – es un sustento fundamental y literal de la vida en la Tierra. Contiene la clave de dónde hemos estado, dónde estamos y hacia dónde vamos. Lo que es más notable aún son sus características únicas que varían de acuerdo a los diferentes rincones del mundo: en calidad, sabor, color, textura, uso, fertilidad, historia, cultura y potencial. ¿Cómo es el suelo donde te encuentras tú?

Los tiempos que actualmente vivimos nos hacen realizar que algo que veíamos lejano ya está aquí: cambio climático, incendios e inundaciones descontroladas en todo el mundo, pérdida de biodiversidad y una pandemia que dura más de lo que a cualquiera de nosotros le gustaría. La dominación y destrucción de lo que algunos llaman recursos naturales en aras del lucro, haciendo invisible comunidades enteras de vida, es una tendencia en curso que sobrepasa la razón o la ciencia ficción. La cantidad de ruido, dolor y miedo que estas realidades crean en nuestras mentes y cuerpos, a menudo hacen que muchas personas se sientan desesperadas.

A su vez, estos tiempos exigen nuestra presencia y atención al mundo viviviente, la restauración de los ecosistemas, modos de vida más regenerativos y mayor reciprocidad con nuestra biota prójima. En otras palabras, es hora de repensar nuestra relación con nuestro patrimonio natural y cultural, no como un conjunto estático de objetos de valor para heredar y conservar, sino como un mundo maravilloso al que pertenecemos, del que dependemos y co-creamos. Un mundo que solo podemos comprender verdaderamente (y por lo tanto amar) relacionándonos con él aquí y ahora.

En respuesta a este llamado, he estado desarrollando una Metodología Suelo, basada en una residencia multidisciplinaria que facilité en Panamá con Estudio Nuboso –una plataforma nómada de arte y ecología que facilita espacio y tiempo para encuentros entre personas, naturaleza, ciencia, cultura y comunidades diversas– hace siete años. Es un conjunto de herramientas o una hoja de ruta para que las personas, las organizaciones y las comunidades se (re)conecten con los lugares que habitan. Suelo utiliza el concepto, la metáfora y la materialidad del suelo para articular el valor natural y cultural de un lugar, lo que lleva a prácticas de acción colectiva positiva. Al interactuar con sus diversos aspectos y usos, el suelo se convierte en un interlocutor entre las personas y su entorno, historias y visiones. Su versatilidad aborda diferentes intereses y formas de aprendizaje al tiempo que muestra la importancia de este elemento esencial de la naturaleza para nuestras vidas.

Similar al análisis de un perfil de suelo, la metodología puede revelar las múltiples capas u horizontes de tiempo profundo, historia, futuro presente y potencial de un lugar, a través de intercambios abiertos con sus poseedores de conocimiento (un término que utilizo para reemplazar el término “partes interesadas”). Estas personas pueden ser miembros de la comunidad e investigadores de diferentes campos de estudio y estilos de vida, o elementos del ecosistema (el suelo mismo, rocas, plantas, estructuras, el paisaje). Los creativos locales e invitados (artistas, escritores, creadores, artesanos, diseñadores) reciben una invitación adicional para reflexionar, documentar y apoyar el proceso general. Se anima a que los intercambios se realicen en forma de narraciones, experiencias físicas y táctiles, prácticas de parentesco con el suelo (arte, artesanía, compostaje, cultivo/cosecha/preparación de alimentos, construcción, observación de la biodiversidad, reforestación, escucha profunda de la música local, idioma y el medio ambiente, paseos por el paisaje). También deben ser horizontales, partiendo de la premisa de que cada persona es experta en su propia vida. Permitir que los participantes se encuentren como iguales y entablen un diálogo cómodamente, conducirá más fácilmente a la empatía entre personas o grupos que no se conocen, tienen diferentes enfoques sobre el lugar o que pueden haber tenido tensiones antes. Reuniones sociales facilitadas, con conversaciones que hacen referencia a las experiencias compartidas, apoyan la horizontalidad y son útiles para que los circuitos de integración y retroalimentación emerjan orgánicamente.

Este periodo de investigación y práctica colectiva saca a la luz las conexiones subyacentes y el potencial oculto en las relaciones y líneas de tiempo que conforman un lugar. A partir de aquí, pueden florecer proyectos nuevos o existentes, basados ​​en el conocimiento, las alianzas y las revelaciones recién descubiertas. Los resultados de la metodología pueden ser tan variados como los lugares que la implementan, por lo tanto, crear una especie de retrato profundo es deseable para compartir con otros, en forma de imágenes, sonidos, obras de arte, mapas colectivos, etc. Tejer una red de apoyo y colaboración hacia un futuro regenerativo, basado en la comprensión profunda y el amor por un lugar, es el objetivo deseado de la Metodología Suelo.

Lo que he descrito es cómo me imagino que esto puede funcionar en un entorno comunitario. Pero esto también se puede adaptar para ser realizado por un individuo que quiera conectarse con el lugar en el que vive, un grupo en un contexto educativo o para apoyar iniciativas existentes que buscan una mayor interconexión. En última instancia, esta metodología es para cualquier persona cuyos esfuerzos estén alineados con mantener viva la hermosa complejidad de la vida en la Tierra. Si bien puede resultar abrumador intentar salvar al mundo entero, ciertamente podemos seguir sintiendo la esperanza bajo nuestros pies y crear lo que Margaret Wheatley llama “islas de sanidad”. Suelo aspira a ser una de las formas para hacer esto.

Este texto fue comisionado por la Fundación Mar Adentro para su exhibición Naturaleza Expandida. Para leer la publicación, visitar este enlace.